jueves, 22 de octubre de 2009

OTRA OPINIÓN El ejemplo de la izquierda alemana por Santiago Carrillo

La socialdemocracia alemana ha pagado muy cara la política de gran coalición con la democracia cristiana. Porque además la oferta electoral de sus líderes era más de lo mismo, es decir, la continuidad de la gran coalición. Por consiguiente, ningún cambio. Para ese viaje no se necesitaban alforjas.

En la socialdemocracia europea esta experiencia no debería caer en saco roto. O la socialdemocracia defiende los ideales e intereses del mundo del trabajo y se diferencia claramente de los partidos conservadores o llegará un momento en que pierda toda credibilidad entre dicho mundo y la intelectualidad progresista. A esto último es a lo que estamos asistiendo hoy. Y la caída del movimiento comunista que acompañó a la implosión del sistema soviético contribuyó a la derechización de la socialdemocracia –y por tanto a su crisis actual–, al desaparecer el polo político que en ocasiones presionaba a los partidos socialistas para que no se alejaran demasiado de las posiciones de izquierda.
Hoy, el sistema capitalista que en el pasado desempeñó un papel progresista en la superación del orden feudal, se ha convertido a su vez en un obstáculo para el desarrollo y el progreso de la Humanidad. La crisis económica actual, junto con el enfrentamiento de Occidente y Oriente que estamos viviendo, al calentamiento del planeta que avanza y a las dificultades para llegar a una verdadera cooperación a fin de alcanzar un desarrollo sostenible, ponen en evidencia que el sistema hoy dominante en el mundo es un obstáculo y que un cambio profundo es indispensable.
Y este cambio tiene que llevarnos a un sistema en que el interés colectivo esté por encima del interés privado individual; en que lo público predomine sobre lo privado; un sistema en que la solidaridad y la igualdad sean valores esenciales. Ello demanda reformas profundas, en un proceso en que la democratización se extienda de la política a la economía. Un proceso que debería ser la consecuencia de una toma de conciencia progresista de la mayoría de los ciudadanos, por un nuevo consenso de la mayoría social y no por la imposición de una minoría.

El momento en que se produjo la implosión del sistema soviético marcó el fin de una polémica histórica que dividió al movimiento socialista en dos: socialdemócratas y comunistas. A partir del final soviético, la lucha para transformar el sistema capitalista tenía que enmarcarse en el terreno democrático y avanzar por medio de profundas reformas estructurales alcanzadas por mayorías convencidas. Era un momento para que socialistas y comunistas, superando errores, hubieran mostrado su capacidad marchando decididamente hacia la recuperación de la unidad del movimiento socialista. Pero, por un lado, las cúpulas de la socialdemocracia habían llegado demasiado lejos en sus compromisos con el sistema, mientras que, por parte de los comunistas, hábitos sectarios y cierta inclinación a considerar la socialdemocracia como el "adversario fundamental", olvidando a veces el peligro de la derecha, influyeron para dejar pasar una oportunidad excepcional.

Pienso que esta incapacidad de unos y otros es, en el fondo, responsable de que hoy la izquierda se encuentre confusa, dividida, dispersa, en uno de los momentos de más debilidad conocidos por ella, precisamente cuando cambiar el sistema se ha convertido en una necesidad histórica.
De Alemania, en estas elecciones nos viene una luz: La Izquierda, partido formado por un grupo de socialdemócratas y de comunistas que se han unido y en muy poco tiempo han conseguido el 12 por ciento de los sufragios. No pienso que se trate de copiar mecánicamente las experiencias. Pero en el fondo nos da una clave: socialistas y comunistas, de una u otra forma, podrían ser la base de la reconstrucción de una izquierda transformadora, no domesticada, con futuro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario