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El desplome del SPD en las últimas elecciones legislativas en Alemania es otra clara muestra de la caída sin precedentes de fuerzas políticas que se consideran la expresión actual de la socialdemocracia europea. Sin lugar a dudas, el abandono de sus señas de identidad ha sido una de las causas de este hundimiento y ha facilitado a las fuerzas conservadoras, liberales y xenófobas una salida de la crisis por la derecha que no sólo no cuestiona el sistema que la ha generado –el capitalismo en su fase más alta de desarrollo–, sino que intenta readaptarlo hasta el siguiente ciclo de recesión.
Si releemos a Olof Palme, que consideraba fundamental una intervención en la economía para solucionar los problemas sociales y medioambientales, podremos constatar cómo los actuales dirigentes socialistas han abandonado las que fueran sus señas de identidad. El líder sueco escribía ya en los años setenta que “la economía de mercado no puede ofrecer una solución válida para estos problemas. Estamos ante tareas de capital importancia para el desarrollo de la sociedad. Decisiones tan importantes no se deben dejar en manos de intereses privados. No podemos permitir que el afán de lucro y el espíritu de competencia determinen la estabilidad del medio ambiente, la seguridad del empleo o el desarrollo técnico” (La Alternativa socialdemócrata, Editorial Blume, 1977).
La intervención del Estado en la economía, idea troncal del pensamiento socialdemócrata, se diluyó en un consenso larvado desde los años ochenta con los conservadores europeos. El consenso de Bruselas, a imagen y semejanza del consenso de Washington, supuso la libertad total de intercambio de bienes, capitales y servicios, la absoluta desregulación y la drástica reducción del gasto público, con el consiguiente ataque frontal al modelo social europeo. Sobre esta filosofía se ha construido la Unión Europea. El actual Tratado de la UE, en sus artículos 43 y 49, consagra esta preeminencia del mercado sobre los derechos y el bienestar de las personas.
El voto favorable de los socialistas españoles y portugueses a la reelección de Durão Barroso invalida de nuevo a la socialdemocracia como alternativa al sistema responsable de la crisis.
¿Y la responsabilidad de la izquierda alternativa que representa en España Izquierda Unida?
Es justo concluir que la izquierda que no se rindió a la llamada del mercado como único regulador de la vida de las personas ha sufrido distintos avatares que impidieron hasta el día de hoy estar en el pensamiento de las personas como una verdadera alternativa al sistema. Recientemente, esta izquierda se ha consolidado en países como Alemania, Portugal, Grecia, Chipre, República Checa, e incluso Francia. En España falta el despegue definitivo de IU.
IU resolvió en su última Asamblea Federal algo fundamental para consolidar su relanzamiento: su definición unitaria de fuerza claramente anticapitalista que defienda sin complejos los valores clásicos socialdemócratas y socialistas mediante: la intervención pública de la economía y el mercado (nacionalización de la Banca y participación total o parcial en empresas estratégicas de la energía, siderurgia, naval, transporte, telecomunicación, correos, una parte del sector del automóvil y la gestión del agua); una política fiscal progresiva para que se contribuya proporcionalmente a los beneficios; un aumento sustancial del gasto público; la recuperación del poder adquisitivo de los salarios y la reducción de la jornada laboral a 35 horas semanales; garantizar la seguridad alimentaria y un nuevo modelo de desarrollo sostenible.
Pero, desde mi punto de vista, para organizar, construir de forma unitaria en la sociedad esa alternativa, IU debe superar el idealismo ingenuo que poco tiene que ver con la base material de la realidad que nos impregna al conjunto de la organización: pensar que la comunicación de nuestras ideas, propuestas y alternativas a la sociedad se pueden vehicular de la misma forma que las trasladan el PP o el PSOE. Esto es, cargar el peso de la comunicación sobre los medios de comunicación, prensa, radio y televisión sean públicos o privados. El propio mercado desregulado es el responsable de unas nuevas reglas de juego no escritas que sólo permiten la expresión de ideas bipartidistas.
En definitiva, hay que recordar que para los marxistas las ideas pertenecen a una superestructura condicionada por la estructura económica de la sociedad, su verdadera base real, y no a la inversa.
Por eso, Izquierda Unida debe recuperar lo mejor de la cultura organizativa de la izquierda, su capacidad de organizar y organizarse, recuperar el liderazgo social en el encuentro directo con lo más dinámico de la sociedad: sindicalistas, jóvenes, personas de la cultura, feministas, pacifistas; en definitiva, toda la red social alternativa.
Sin duda requerirá de una verdadera revolución organizativa para priorizar el trabajo de los cargos públicos, personas con responsabilidades de IU en una
larga marcha al encuentro directo, sin intermediaciones con la sociedad.
Se trata de recuperar la cultura de la octavilla para divulgar que es necesario y posible una salida por la izquierda a la crisis y para ello es imprescindible defender un modelo alternativo para que la sociedad permita juzgarlo y, si es posible, defenderlo y sostenerlo frente al modelo consensuado de PP y PSOE en España y Europa.
Ya hemos emprendido esta larga y difícil marcha –pero la más segura– para que en 2012 Izquierda Unida permita en el Congreso de los Diputados una salida a la crisis del sistema capitalista por la izquierda.
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