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Una demanda formativa que necesita respuesta.
El deseo de los jóvenes de mejorar su formación en tiempos de crisis no debe caer en saco roto.
La crisis económica, con la consiguiente reducción de las expectativas laborales, está provocando que numerosos jóvenes opten por regresar a las aulas con el objetivo de completar su formación académica y mejorar su nivel de competitividad. Hay ciudades andaluzas en las que ya se está advirtiendo ese efecto, de manera singular en algunos centros como las Escuelas de Idiomas. El interés de los jóvenes por mejorar su formación pone de manifiesto que quizá no exista en este colectivo ese pasotismo del que a veces se habla, por cuanto son ellos quienes prefieren ampliar conocimientos a quedarse en casa a la espera de que finalice este período de recesión económica. Al mismo tiempo, se advierten las carencias que en materia formativa sigue teniendo la ciudad, a pesar de que en no pocas ocasiones se ha abogado por incrementar la oferta y, sobre todo, por ajustarla a las necesidades reales del mercado laboral.
Nunca serán suficientes las inversiones que se ejecuten en el ámbito educativo. Más aún si se tiene en cuenta que existen garantías de que ese dinero público va a ser rentabilizado a medio plazo, toda vez que los jóvenes -que son la materia prima- parecen dispuestos a mejorar su nivel formativo.
Las administraciones deben aprovechar por tanto ese interés de los beneficiarios últimos de esas inversiones, si no quieren que la falta de oportunidades degenere en una sociedad adormecida que se limite a esperar en el sillón de casa la concesión de ayudas económicas de carácter finalista.
Determinadas prestaciones resultan imprescindibles cuando no existen ya mejores alternativas para atender las necesidades básicas de un segmento de la población. Sin embargo, siempre se obtendrá una mayor rentabilidad de aquellas inversiones que redunden en la mejora del nivel formativo de la población, toda vez que permitirán que sean los propios jóvenes quienes se conviertan en dueños de su futuro. La sabiduría popular sentenció hace tiempo con bastante acierto que siempre es mejor enseñar a pescar que regalar el pescado.
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