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Tras la retirada de Oskar Lafontaine y la marcha de Lothar Bisky al Parlamento Europeo, ex presidentes de La Izquierda (Die Linke), el partido cuenta con dos nuevos presidentes: Gesine Lötzsch y Klaus Ernst. EL SIGLO ha conversado con Klaus Ernst sobre los nuevos retos de La Izquierda en Alemania, entre ellos la consolidación del presupuesto alemán, el trabajo temporal, los recortes sociales y las consecuencias de la crisis económica para la democracia. "Poner en peligro la paz social en Europa puede ser mucho más caro que el plan de protección del euro", señala el nuevo presidente y añade: "Quien piense que puede ahorrar durante la crisis, fracasará sin compasión".
- El partido La Izquierda cuenta ya con dos nuevos presidentes, usted y Gesine Lötzsch. ¿Qué significa esto para usted y para su partido?
-Para mí lo importante es que seamos fieles a nuestros objetivos y los llevemos a cabo. Esto significa que luchamos por la retirada de las tropas alemanas de Afganistán. Que La Izquierda luchará por la instauración del salario mínimo, hasta lograrlo, que está en contra del sistema Hartz IV de la Seguridad Social y que luchará hasta lograr superarlo. Al mismo tiempo, queremos ocuparnos más del partido porque en su seno hay diferencias culturales que son más grandes de lo que yo pensé hace dos años y medio. Éste será el deber de Gesine Lötzsch y el mío, como nuevos presidentes.
—Por el momento, han logrado ustedes un nuevo éxito en las recientes elecciones de Renania del Norte-Wesfalia.
—Con este resultado La Izquierda se halla ya en trece grupos parlamentarios en Alemania, es decir, se ha establecido de modo claro en el ámbito político alemán, lo que nos abre la posibilidad de cambiar, de modo positivo, las relaciones políticas en el país. También significa que los ciudadanos han asumido nuestros temas, por ejemplo, la política social en relación a la cuestión quiénpaga la crisis y cómo va a seguir la situación en Afganistán. Respecto a la próxima formación de gobierno en Renania del NorteWesfalia, para que haya un gobierno rojorojo-verde, es decir, Partido Socialdemócrata-La Izquierda-Los Verdes, exigimos el cumplimiento de unas condiciones mínimas, entre ellas que no haya destrucción de empleo en el sector público, que no se destruya más la política social y que no haya nuevas privatizaciones. Si el SPD prefiere trabajar con el FDP (Liberales), es decir, con un partido que está en contra del salario mínimo y que es responsable de una campaña de denigración hacia las personas que cobran el Hartz IV o paro, mostrará que se halla prisionero de la Agenda 2010 y de la política Hartz IV. Y no podrá gobernar con nosotros.
—En Alemania hay más de un millón de personas con trabajo temporal subvencionado. ¿Hasta cuando durará esto, dieciocho meses más, 36? ¿Y después?
—Por el momento, el trabajo temporal ha ayudado a salvar cientos de miles de puestos de trabajo. El desempleo es más caro queel trabajo temporal. Si el trabajo temporal desaparece, las empresas, al final de la crisis, tendrán que esforzarse de nuevo en buscar personas especializadas. Al mismo tiempo, con este tipo de trabajo mejoramos las cajas de la Seguridad Social. Sólo en la industria electrónica se ha destruido, debido a la crisis, una cuarta parte de la producción en Alemania. Los sectores afectados por la crisis económica deberán hacer frente a las consecuencias a partir de marzo del 2012. Después, veremos qué pasa.
—¿Cómo consolidaría La Izquierda los presupuestos del estado alemán?
—Quien piense que puede ahorrar durante la crisis, fracasará sin compasión. Sólo en el año 2010 la deuda federal llegará a los 80 mil millones de euros. Sin contar los länder y los ayuntamientos. En vez de medidas de ahorro que perjudican a los trabajadores, necesitamos programas de inversión para nuevos puestos de trabajo. Al mismo tiempo nosotros exigimos un impuesto para millonarios, así como la reforma del Impuesto sobre la Herencia. Sólo con la puesta en marcha del Impuesto para las Trasacciones Financieras el estado podría recaudar alrededor de doce mil millones de euros al año.
—Tanto Francia como Inglaterra han criticado la política alemana de exportación, a la que han considerado insolidaria e insostenible. ¿Cómo corrigiría su partido este desequilibrio de la eurozona?
—Con justicia ha sido criticada Alemania en este sentido. Sólo entre los años 2000 y 2008, el excedente de exportación ha subido de un 70 por ciento hasta casi 1,3 billones de euros. En Alemania hay una ley, desde el año 1967, que indica que hemos de tomar medidas para mantener el equilibrio de nuestra economía, sobre todo, entre los länder y el Estado central. Esto ha funcionado sólo cuando los salarios se mantuvieron acordes al desarrollo económico. Hubiésemos podido comprar más vino griego, aceitunas españolas o sardinas de Portugal, si hubiésemos logrado impulsar nuestra importación con nuestro poder de compra. Pero no pudimos. Por todo ello, hoy nuestra competitividad se basa en nuestros bajos salarios, que han perdido capacidad adquisitiva, y en el menor crecimiento de otros países de la eurozona, algo que hay que detener.
—En la prensa alemana se ha hablado de que España seguirá a Grecia. ¿Cómo valora usted este comentario?
—Los problemas con los que nos enfrentamos surgieron en el año 2007, con la crisis finaciera y económica y con una política salarial alemana errónea, que ha conducido a un masivo desequilibrio económico en la Unión Europea. Luego, los estados asumieron parte de los problemas bancarios derivados de la crisis. Me temo que tras Grecia, otros estados, cuyo acceso al mercado de capitales está cerrado, se hallarán en una situación similar. La consecuencia será una política de ahorro restrictiva con la destrucción masiva de las políticas sociales. Las exigencias para una política de ahorro y de recorte en la política social serán también cada día más fuertes en Alemania.
—Dos o tres agencias de calificación deciden el futuro de un Estado. ¿Qué propone La Izquierda para acabar con esta situación?
—Exigimos que estas agencias se hallen bajo el control del Estado. Al mismo tiempo necesitamos una Agencia de Calificación Europea, que se preocupe de lograr mayor transparencia en los mercados financieros. Tres años tras el inicio de la crisis financiera los Fondos de Alto Riesgo ganan de nuevo miles de millones de euros, los bancos emiten acciones muy ariesgadas y al mismo tiempo apuestan por su caída. Las Agencias de Calificación intentan llevar a la bancarota a Gre-
cia, España, Portugal e Irlanda. La crisis griega muestra de modo claro que los gobiernos están todavía en manos del juego de los especuladores. El dictado de la economía especulativa debe ser roto. La Izquierda exige, primeramente, seguridad en el crédito y la prohibición inmedidata de los Fondos de Alto Riesgo y de la Venta al Descubierno.
—¿Cuál es la relación de la crisis con la democracia y viceversa?
—Las protestas en Grecia muestran que las personas se han situado, de modo masivo, en contra de la destrucción de la política social. Se han dado cuenta, finalmente, de que deben pagar la salvación de los bancos. Esta percepción es la misma para las personas de Alemania o de España. Quien asienta con los planes de recortes para los trabajadores, familias y pensionistas pone en juego no sólo la superación coyuntural sino también la paz social en Europa. Algo que puede ser mucho más caro que el paraguas de protección del euro.
—Cómo contempla usted el futuro de Europa.
—Debido a los draconianos recortes en los presupuestos provocados por los paquetes de protección al euro, ponemos en peligro real todo lo que hemos logrado desde la II Guerra Mundial. La paz social en Europa está en peligro. Grecia es, posiblemente, el punto de partida de un incendio.
—El nuevo proyecto de programa político de La Izquierda ha provocado numerosas críticas en el seno de su partido. ¿Qué piensa usted de estas críticas?
—En mi opinión este proyecto es bueno y me ha admirado lo rápido que han llegado I las primeras críticas. Algunos se han expresado demasiado rápido y ha fallado la posibilidad de elaborar un juicio final. Ahora debemos organizar las discusiones sobre distintas cuestiones críticas.
—Dietmar Bartsch, miembro de su partido, ha dicho "que la propiedad privada no es ningún instrumento demoníaco". ¿Qué le parece?
—La propiedad privada es una cuestión central del capitalismo. Grandes riquezas en pocas manos han provodado grandes daños en los últimos años. El proyecto del programa del partido ha sido elaborado y presentado por Oskar Lafontaine y por Lothar Bisky y la Comisión del Programa lo ha aprobado de modo unánime. Nosotros nos hallamos en una situación confortable para discutir sobre estos fundamentos y para pelear por ellos. Pero primero tienen la palabra los miembros del partido.
Juana Vera - El Siglo
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